El ser manso que mayormente conforma al hombre hasta su pubertad y juventud está nutrido casi al cien por cien por la identidad cultural. La primera lucha interna acontece con la aparición repentina de la identidad dual: entonces ese hombre se percata de que puede desechar cualquier elemento de la identidad cultural sin sucumbir por ello ni causar estrago alguno en su identidad dual. En la primera batalla, la identidad espiritual apenas tiene armas, pero sí poder. Se hospeda dentro del marco cultural, pues la identidad cultural es al intelecto lo que el cordón umbilical es a la formación del feto o la leche materna es al desarrollo del recién nacido.
El desarrollo de éste a través del crecimiento en la infancia ha antepuesto la identidad cultural; inconscientemente, ésta ha sido adoptada voluntariamente por el ser para poder desarrollarse y conformar la aparición de la identidad espiritual, la cual le revelará con lucidez la verdadera naturaleza de sí mismo.
Antonio López Moreno